viernes, 19 de septiembre de 2008

O NOS EXPLICAMOS MAL, O NOS ENTIENDEN AL REVÉS

Antes del verano, hubo numerosas protestas en la sanidad y la educación contra la política de privatizaciones que lleva a cabo Esperanza Aguirre. Lejos de adivinarse algún cambio o alguna moderación, salta la noticia de que el gobierno de la Comunidad está preparando la privatización del Canal de Isabel II y de que la mayor oposición corre a cargo de Gallardón. ¿Qué está fallando?

En un primer acercamiento, diría que las protestas se la traen al fresco a Esperanza Aguirre porque, en los sucesivos procesos electorales, no ha parado de incrementarse su apoyo (y si no lo incrementa, se sobornan diputados). Diría también que los nuevos liberales doctrinarios consideran las acciones ciudadanas como una algarada, como algo negativo, no como un mecanismo de control de la sociedad civil sobre los representantes en los que se ha delegado la administración. Cosa de tontos útiles al servicio de la oposición.

Pero esta entrada no es para hablar de la política autonómica. Lo triste es que hay una mayoría de la sociedad madrileña que aprueba o no se opone a esta línea de actuación, y hay que preguntarse por qué puede reunir tanto consenso la destrucción del sector público.

El discurso liberal parte de la base de que la empresa pública es ineficaz y despilfarradora. ¿Por qué? Por no atenerse a la lógica capitalista. Si un trabajo, que en el sector público harían dos empleados que trabajan 8 horas, lo puede hacer un único empleado trabajando 8 horas de jornada y otras 8 horas extras, pagándole la mitad de lo que se pagaría a un empleado público, está clara la ganancia. Aquí se podría alegar algo sobre la calidad:

-"Mire: prefiero que me atienda un médico bien pagado y que tenga la cabeza despejada. Lo hará mejor"-
-"¡Quiá! Lo que pasa es que los funcionarios son unos vagos porque saben que no les pueden echar"-
-"Oiga, que eso no es verdad. Que un funcionario de carrera puede ser apartado del servicio por falta de rendimiento"-
-"Pues yo no sé de ninguno"-
-"Pues yo sí que sé de muchos pelotas inútiles y vagos que han triunfado en la empresa privada"-

Otro pilar del discurso liberal es el argumento de que la empresa privada, al ser más eficaz, reduce costes y eso repercute en beneficio de todos.

-"¡No sé a dónde vamos a llegar como siga el zetapé! ¡Se imagina que me han cobrado 150 euros de recibo de la luz y 300 del gas!"-
-"Oiga: ¿no decía usted que estaba muy bien eso de privatizar la luz y el teléfono?"-
-"¿Yo?"-
-"Si, hombre: Cuando el Aznar vendió la Repsol y todo aquello. A usted le escuché decir que, al haber competencia, nos iba a salir mucho más barato el recibo. Que, en el futuro, se podría elegir la mejor compañía..."-
-"Pare, no empecemos a politizar esto. El recibo ha subido porque el petróleo está muy caro y el gobierno no hace nada"-
-"¿Invadir algo?"-
-"O congelar el sueldo de los funcionarios y flexibilizar el despido..."-
-"Pues no sé yo... De vez en cuando, en las noticias de economía, las empresas dicen cuántos beneficios han tenido el último año y no parece que les vaya tan mal. A mí, a fin de mes, no me llega ni para lanzar una OPA a la compañía telefónica de las Islas Kiribati"-.

Un argumento liberal más es aquel que afirma que la libre competencia obliga a una empresa a mejorar continuamente la prestación del servicio. Aquí me entra la risa, sobre todo, cuando una tormenta o una racha de calor (de esas en que todo el mundo pone el aire) es capaz de colapsar una subestación eléctrica y dejar sin luz durante mucho tiempo a un área muy extensa. O como cuando hay un problema con la facturación y ves cómo te tratan.

Todos estos argumentos son rebatibles. El propósito de una empresa no es mimar el medio natural ni darnos la felicidad, sino tener beneficios y punto. Los oligopolios son lo que son y van contra los mismos principios liberales. Hay servicios que sólo puede garantizar una administración: durante la racha de incendios que hubo en California hace varios veranos, las compañías privadas de bomberos sólo combatían el fuego que amenazaba con prender en las mansiones de sus asociados y dejaban arder el resto. Esto mismo, en el sector de sanidad, conduce a la reaparición de epidemias medievales.

Lo peor de todo es que el apoyo a la privatización no tiene su origen en comulgar con estos argumentos, sino en elementos que están al margen de todo debate.

-"¡Qué quiere que le diga! ¡Hay que dejar elegir el tipo de educación a las familias! Mi niño iba antes a la escuela pública y me traía siempre ocho suspensos. ¿Y, sabe usted? Le llevo ahora uno de pago. A un privado-privado. Y me trae ocho sobresalientes.¡ Se lo juro por Snoopy!"-
-"¡Qué cosas! ¿Y le ve estudiar más a su chico?"-
-"Pues lo que es verle, no le veo mucho: por las tardes está apuntado a paddle, hípica y beisbol. Los fines de semana va a natación"-
-"¿Y sabe más?"-
-"Pues no sé... Pero suspender, allí no suspende nadie... Bueno, sí: el que no va a Religión.... es todo, ¿Cómo le diría? ... es como más individualizado..."-

Ser usuario de un servicio privado provoca un sentimiento de singularidad, de "libertad". La Comunidad de Madrid, que es un territorio poblado, mayoritariamente, por nietos de jornaleros, es la zona donde se da con más claridad este proceso de desclasamiento. Después de años en que las presuntas izquierdas se desvivían por condearse con la" biutiful pipol", resulta comprensible que los obreros lleguen a avergonzarse de ser obreros. Aunque eso sea tirar piedras contra el propio tejado.

-"Yo soy interino y estoy muy contento con eso de la UPAM"-"
-"Pues anda que no tiene peligro que te atienda un servicio privado que no tiene tus historiales médicos. Me sé de alguno que casi le desgracian..."-
-"Pero yo no tengo que esperar tanto como esos de la Seguridad Social"-

Mientras la Espe sepa cuántos funcionarios docentes llevan a sus hijos a la enseñanza concertada y cuántos son atendidos por la sanidad privada, continuará haciendo lo que hace. Estará segura de que va a ganar.

4 comentarios:

Gracchus Babeuf dijo...

Yo también soy de la UPAM. Nos van a dar por el culo, y nos va a gustar.

Cuando nos duela, será demasiado tarde.

Páharo dijo...

Al mismísimo Adam Smith le daría un soponcio al contemplar el capitalismo que defiende esta banda, que más que postmoderno -dicen algunos- es prehistórico. Ay, madrecita, qué esperar de una presidenta que admira a la tal Sarah Pahlin, a la que da asco sólo escucharla.

Atila, rey de los Hunos dijo...

El problema de la UPAM es más grave para los trabajadores eventuales: si estás en el paro, te atiende la Seguridad Social (que sabe, por ejemplo, que eres diabético); si te llaman a trabajar para la Comunidad, te atiende un servicio privado (que no tiene historiales y la puede hacer buena)

Gracchus Babeuf dijo...

Se acabó la UPAM, se acabó el problema.