viernes, 26 de septiembre de 2008

ESO DE LA FORMACIÓN PERMANENTE

Me ha tocado representar al IES en el CAP –que ahora se llama CTIF, cómo les encanta cambiar los nombres-, así que, de vez en cuando, tengo que ir a reunirme con ellos a ver qué cuentan. La reunión del otro día era especial: había directores y autoridades. Se presentaba en sociedad la nueva estructura de formación.

La primera cosa que me inquietó es que la representación de la Dirección General de Formación del Profesorado no dijera una sola palabra. Sabiendo que la preside la consorte de Federico Jiménez Losantos, me imaginaba que todos sus altos cargos deberían hablar mucho: pues no. Su representante se pasó la charla escrutando a los asistentes.

Lo que ya me provocó un pequeño escalofrío fue la aseveración, con presentación pogüerpoin y todo, de que uno de los ejes del nuevo sistema será la formación de profesores "competitivos".
Se me ocurren infinidad de adjetivos mucho más adecuados: profesores "doctos", "con agallas", "actualizados", "pedagógicos", "supersónicos", "innovadores"... pero ¿competitivos? ¿Por liguilla o por eliminatorias? ¿Contra quién? ¿Los de la red privada contra los de la red pública? ¿Todos contra todos?

Lo de utilizar la formación permanente para la promoción profesional es un aspecto del - tan admirado por Espe- modelo anglosajón. Un sueldo diferente para cada trabajador, vamos. A eso lo van a llamar "carrera docente" y ya veremos cómo se puntúa (atendiendo a lo que dicen, por cursos, por actividades extraescolares y por informes de los equipos directivos. También podrían evaluar por un sistema que se empleó ya en las Islas Británicas: preguntar al conserje, que suele enterarse de los problemas y está al tanto del índice de popularidad).
Pero esta entrada no es para cotillear sobre los eventos sociales, sino para preguntarse cómo debería ser el modelo de formación permanente.

Parto de la base de que en todo trabajo es necesario un reciclaje. Cuando yo estudiaba Historia, los ordenadores eran una cosa que salía en las películas del Doctor Spock, lo de Atapuerca estaba por excavar y la geografía aún hablaba del COMECOM, el Mercado Común y la China Roja. Si yo mandara en esto, si yo estuviera casado con Federico Jiménez Losantos, lo que haría es enviar a la gente a la universidad cada lustro o cada década. Se supone que es en las universidades donde se cuecen los conocimientos más recientes y el pensamiento más innovador, así que matricularía a la gente, durante un año lectivo, en un curso de actualización, reduciendo, a cambio, las horas de permanencia en el centro: los profesores, felices; los interinos que hacen sustituciones, también felices; las universidades, que están perdiendo alumnado, todavía más felices.

Desde los 80, la formación adoptó el modelo de "maestros y profesores de instituto dan clases a otros maestros y profesores de instituto". Este sistema ha dado lugar a cursos muy buenos, buenos, regulares, malos o, simplemente, prescindibles: o sea, como la universidad, pero en mayor cantidad. Por entonces, en gran parte del Estado, se vinculó la formación permanente al cobro de sexenios y, ante la demanda inducida, el complejo industrial cobró vida propia, creció y dio ocupación a mucha gente. En el negocio entraron sindicatos y ONGs.

Cuando las autoridades de la Comunidad hablan de que el modelo anterior está agotado se refieren a la superproducción. Y puestos a hacer una reconversión, no van a privarse de provocar daños colaterales. La reducción de la red pública de formación es, como toda reducción de algo público, una cosa que le pone a los liberales. Además, ahorra presupuesto. Y, ¿por qué no?, podrán llevarse por delante a algún elemento desafecto.

La reconversión puede servir para algo tan populista como que la gente vea al profesorado más horas metido en su centro de trabajo, puesto que van a computarse las actividades extraescolares (a las que difícilmente podemos llamar "formación"), y cosas que antes se hacían en el CAP se trasladan a IES.

Las actividades de formación han nutrido de dinero y afiliación a los sindicatos (en la Comunidad, reciben una financiación extra de 2.500.000 € por este concepto). Sindicatos y ONGs son otros agentes que compiten por este mercado, y el volumen de las subvenciones puede oscilar según muerdan o no muerdan la mano que les da de comer.

La formación puede utilizarse como elemento para introducir una carrera docente, un nuevo sistema de jerarquización -con una lista de los 40 principales por centro- al estilo anglosajón. Lo que menos importa es que la gente se actualice, sino que compita. Para las entidades, ya sean sindicatos u ONGs, que discrepen con este planteamiento, se va a presentar una interesante papeleta: ¿en qué términos pueden colaborar con este sistema?

1 comentario:

olvidatuequipaje dijo...
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