martes, 9 de septiembre de 2008

BRICOMANÍA



Este verano, blandí el destornillador y me puse a hacer reparaciones en casa. Con un alto precio en esfuerzo y relaciones (la familia me huía; mis gatos me retiraron el saludo) conseguí rehacer la instalación eléctrica, pintar con efecto arena y poner molduras en las puertas.


Esto del bricolage es una gran cosa. Para empezar, supone reducir gastos (me dijeron que, con lo que había hecho, me había ahorrado unos 6000 euros en electricista. El día que me expedienten por pasar a cuchillo a alguien, mi vida puede cambiar para mejor). Y no digamos la satisfacción que da el saber que algo lo has hecho con tus propias manos (los de Ikea deben haber estudiado la teoría de la alienación y le están sacando punta al tema). Hoy en día, la honra de un caballero descansa en ser capaz de instalar un estante o arreglar un enchufe, y me temo que esta división sexista del trabajo perdurará mientras no exista una asignatura que se centre en esta cuestión (la Tecnología se diluye en muchos temas) o se reedite el Electro L (1).


Pero, incluso alguien como yo, al que no le asusta la devastación, los edificios humeantes y las ruinas, tiene sus momentos de debilidad, como cuando me ví con una tubería partida en la mano y me pareció prudente llamar a un fontanero para evitar un inútil derramamiento de sangre.


El fontanero al que avisé era un sobrino que está sentando cabeza. Había fracasado en la ESO; había fracasado en Garantía Social; había fracasado en Adultos; había fracasado en la UFIL. Y, finalmente, ahora forma parte de una cuadrilla para aprender un oficio. Ha dejado de ser "estudiante" para pasar a ser "aprendiz" en el sentido más medieval del término. Y le va bien.


De todas maneras, este post no es para hablar de bricolage, sino de Formación Profesional y titulaciones. El gobierno ha sacado un proyecto según el cual, con tres años de experiencia laboral y un examen, se puede obtener un título de FP. Aunque yo pertenezco al cuerpo 590, cuando escucho que van a tocar las cosas de comer –y los títulos académicos lo son -, me entra la preocupación. Por lo que he visto, esta medida le parece bien a unos (eso dicen los comunicados de CCOO y de FETE-UGT) y mal a otros (el comunicado de STEs-Intersindical apunta a diferenciar "titulaciones" y "certificaciones"). ¿Qué puede pasar?


Aprendices como mi sobrino ha habido siempre. No habían podido o querido estudiar, y se iban a la obra a bajar escombros y llevar el botijo al jefe. Con el tiempo, llegaban a adquirir destrezas y ascendían a oficial. La gran ventaja para el aprendiz era que ya no tenía que estudiar más y, en cambio, recibía un dinerillo para salir por ahí con la novia. La gran desventaja es que, como no hayas espabilado mucho, a los cincuenta años no se está para bajar muchos escombros. Adelantándome a los acontecimientos, yo incitaba al sobrino-fontanero a que se hiciese de esos que te limpian la caldera en otoño, que les forma la Saunier-Duval y, luego, ganan un pastón. Pero el sobrino-fontanero me miraba con cara de –"!Uuuh, eso es muy difícil!"-.


Los que salen de un ciclo formativo encuentran otras ventajas: tienen más base teórica, pueden haber dominado idiomas, conocen fundamentos de derecho laboral... pero nada de eso les permite funcionar el primer día de trabajo. Para que un empleado pueda ser útil en una empresa, tiene que recibir una formación específica por parte del propio contratante. No es un fallo del sistema educativo en absoluto: eso permite al trabajador adaptarse a diferentes actividades y empresas.


A alguien que lleva muchos años en el tajo y que no tiene intención de ponerse a estudiar, esta medida que anuncia el gobierno le puede venir bien. Para un empresario al que la reglamentación le obligue a tener titulados, también. Mis dudas se dirigen, sobre todo, a esas promociones de jóvenes que están saliendo de los IES.


-"¡Anda! Esfuérzate un poco, acábate la ESO y, luego, te haces un ciclo formativo"-
-"Si lo que yo quiero es irme a trabajar con mi padre a la obra"-
-"¡A la obra! ¿Qué obra? ¡Si ya no va a haber de eso!"-


El sistema educativo hace cosas muy terribles. Se ha discutido mucho sobre el sector de jóvenes al que nunca se les enganchará en el aula, sino en el taller, y que no ha tenido válvulas de escape. Pero, ahora, el proceso parece ser el inverso: gente que podía salir perfectamente cualificada (y, por lo tanto, mejor remunerada) se encuentra con todos los incentivos del mundo para abandonar las clases. –"¡Acude a los cursos ocupacionales de la Comunidad de Madrid y tendrás un título en dos meses!"- ; -"Llama al 20 21 22 y serás técnico sin necesidad de estudiar"-;


A mí no me gustaría que un hijo se convirtiera en mano de obra barata. Todo será que, cuando tenga 37 años, tenga que llamar al 20 21 22, a ver si le largo de casa.



(1) Juego educativo de los años setenta, que consistía en hacer montajes eléctricos de complejidad creciente (más...)

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