viernes, 26 de septiembre de 2008

ESO DE LA FORMACIÓN PERMANENTE

Me ha tocado representar al IES en el CAP –que ahora se llama CTIF, cómo les encanta cambiar los nombres-, así que, de vez en cuando, tengo que ir a reunirme con ellos a ver qué cuentan. La reunión del otro día era especial: había directores y autoridades. Se presentaba en sociedad la nueva estructura de formación.

La primera cosa que me inquietó es que la representación de la Dirección General de Formación del Profesorado no dijera una sola palabra. Sabiendo que la preside la consorte de Federico Jiménez Losantos, me imaginaba que todos sus altos cargos deberían hablar mucho: pues no. Su representante se pasó la charla escrutando a los asistentes.

Lo que ya me provocó un pequeño escalofrío fue la aseveración, con presentación pogüerpoin y todo, de que uno de los ejes del nuevo sistema será la formación de profesores "competitivos".
Se me ocurren infinidad de adjetivos mucho más adecuados: profesores "doctos", "con agallas", "actualizados", "pedagógicos", "supersónicos", "innovadores"... pero ¿competitivos? ¿Por liguilla o por eliminatorias? ¿Contra quién? ¿Los de la red privada contra los de la red pública? ¿Todos contra todos?

Lo de utilizar la formación permanente para la promoción profesional es un aspecto del - tan admirado por Espe- modelo anglosajón. Un sueldo diferente para cada trabajador, vamos. A eso lo van a llamar "carrera docente" y ya veremos cómo se puntúa (atendiendo a lo que dicen, por cursos, por actividades extraescolares y por informes de los equipos directivos. También podrían evaluar por un sistema que se empleó ya en las Islas Británicas: preguntar al conserje, que suele enterarse de los problemas y está al tanto del índice de popularidad).
Pero esta entrada no es para cotillear sobre los eventos sociales, sino para preguntarse cómo debería ser el modelo de formación permanente.

Parto de la base de que en todo trabajo es necesario un reciclaje. Cuando yo estudiaba Historia, los ordenadores eran una cosa que salía en las películas del Doctor Spock, lo de Atapuerca estaba por excavar y la geografía aún hablaba del COMECOM, el Mercado Común y la China Roja. Si yo mandara en esto, si yo estuviera casado con Federico Jiménez Losantos, lo que haría es enviar a la gente a la universidad cada lustro o cada década. Se supone que es en las universidades donde se cuecen los conocimientos más recientes y el pensamiento más innovador, así que matricularía a la gente, durante un año lectivo, en un curso de actualización, reduciendo, a cambio, las horas de permanencia en el centro: los profesores, felices; los interinos que hacen sustituciones, también felices; las universidades, que están perdiendo alumnado, todavía más felices.

Desde los 80, la formación adoptó el modelo de "maestros y profesores de instituto dan clases a otros maestros y profesores de instituto". Este sistema ha dado lugar a cursos muy buenos, buenos, regulares, malos o, simplemente, prescindibles: o sea, como la universidad, pero en mayor cantidad. Por entonces, en gran parte del Estado, se vinculó la formación permanente al cobro de sexenios y, ante la demanda inducida, el complejo industrial cobró vida propia, creció y dio ocupación a mucha gente. En el negocio entraron sindicatos y ONGs.

Cuando las autoridades de la Comunidad hablan de que el modelo anterior está agotado se refieren a la superproducción. Y puestos a hacer una reconversión, no van a privarse de provocar daños colaterales. La reducción de la red pública de formación es, como toda reducción de algo público, una cosa que le pone a los liberales. Además, ahorra presupuesto. Y, ¿por qué no?, podrán llevarse por delante a algún elemento desafecto.

La reconversión puede servir para algo tan populista como que la gente vea al profesorado más horas metido en su centro de trabajo, puesto que van a computarse las actividades extraescolares (a las que difícilmente podemos llamar "formación"), y cosas que antes se hacían en el CAP se trasladan a IES.

Las actividades de formación han nutrido de dinero y afiliación a los sindicatos (en la Comunidad, reciben una financiación extra de 2.500.000 € por este concepto). Sindicatos y ONGs son otros agentes que compiten por este mercado, y el volumen de las subvenciones puede oscilar según muerdan o no muerdan la mano que les da de comer.

La formación puede utilizarse como elemento para introducir una carrera docente, un nuevo sistema de jerarquización -con una lista de los 40 principales por centro- al estilo anglosajón. Lo que menos importa es que la gente se actualice, sino que compita. Para las entidades, ya sean sindicatos u ONGs, que discrepen con este planteamiento, se va a presentar una interesante papeleta: ¿en qué términos pueden colaborar con este sistema?

viernes, 19 de septiembre de 2008

O NOS EXPLICAMOS MAL, O NOS ENTIENDEN AL REVÉS

Antes del verano, hubo numerosas protestas en la sanidad y la educación contra la política de privatizaciones que lleva a cabo Esperanza Aguirre. Lejos de adivinarse algún cambio o alguna moderación, salta la noticia de que el gobierno de la Comunidad está preparando la privatización del Canal de Isabel II y de que la mayor oposición corre a cargo de Gallardón. ¿Qué está fallando?

En un primer acercamiento, diría que las protestas se la traen al fresco a Esperanza Aguirre porque, en los sucesivos procesos electorales, no ha parado de incrementarse su apoyo (y si no lo incrementa, se sobornan diputados). Diría también que los nuevos liberales doctrinarios consideran las acciones ciudadanas como una algarada, como algo negativo, no como un mecanismo de control de la sociedad civil sobre los representantes en los que se ha delegado la administración. Cosa de tontos útiles al servicio de la oposición.

Pero esta entrada no es para hablar de la política autonómica. Lo triste es que hay una mayoría de la sociedad madrileña que aprueba o no se opone a esta línea de actuación, y hay que preguntarse por qué puede reunir tanto consenso la destrucción del sector público.

El discurso liberal parte de la base de que la empresa pública es ineficaz y despilfarradora. ¿Por qué? Por no atenerse a la lógica capitalista. Si un trabajo, que en el sector público harían dos empleados que trabajan 8 horas, lo puede hacer un único empleado trabajando 8 horas de jornada y otras 8 horas extras, pagándole la mitad de lo que se pagaría a un empleado público, está clara la ganancia. Aquí se podría alegar algo sobre la calidad:

-"Mire: prefiero que me atienda un médico bien pagado y que tenga la cabeza despejada. Lo hará mejor"-
-"¡Quiá! Lo que pasa es que los funcionarios son unos vagos porque saben que no les pueden echar"-
-"Oiga, que eso no es verdad. Que un funcionario de carrera puede ser apartado del servicio por falta de rendimiento"-
-"Pues yo no sé de ninguno"-
-"Pues yo sí que sé de muchos pelotas inútiles y vagos que han triunfado en la empresa privada"-

Otro pilar del discurso liberal es el argumento de que la empresa privada, al ser más eficaz, reduce costes y eso repercute en beneficio de todos.

-"¡No sé a dónde vamos a llegar como siga el zetapé! ¡Se imagina que me han cobrado 150 euros de recibo de la luz y 300 del gas!"-
-"Oiga: ¿no decía usted que estaba muy bien eso de privatizar la luz y el teléfono?"-
-"¿Yo?"-
-"Si, hombre: Cuando el Aznar vendió la Repsol y todo aquello. A usted le escuché decir que, al haber competencia, nos iba a salir mucho más barato el recibo. Que, en el futuro, se podría elegir la mejor compañía..."-
-"Pare, no empecemos a politizar esto. El recibo ha subido porque el petróleo está muy caro y el gobierno no hace nada"-
-"¿Invadir algo?"-
-"O congelar el sueldo de los funcionarios y flexibilizar el despido..."-
-"Pues no sé yo... De vez en cuando, en las noticias de economía, las empresas dicen cuántos beneficios han tenido el último año y no parece que les vaya tan mal. A mí, a fin de mes, no me llega ni para lanzar una OPA a la compañía telefónica de las Islas Kiribati"-.

Un argumento liberal más es aquel que afirma que la libre competencia obliga a una empresa a mejorar continuamente la prestación del servicio. Aquí me entra la risa, sobre todo, cuando una tormenta o una racha de calor (de esas en que todo el mundo pone el aire) es capaz de colapsar una subestación eléctrica y dejar sin luz durante mucho tiempo a un área muy extensa. O como cuando hay un problema con la facturación y ves cómo te tratan.

Todos estos argumentos son rebatibles. El propósito de una empresa no es mimar el medio natural ni darnos la felicidad, sino tener beneficios y punto. Los oligopolios son lo que son y van contra los mismos principios liberales. Hay servicios que sólo puede garantizar una administración: durante la racha de incendios que hubo en California hace varios veranos, las compañías privadas de bomberos sólo combatían el fuego que amenazaba con prender en las mansiones de sus asociados y dejaban arder el resto. Esto mismo, en el sector de sanidad, conduce a la reaparición de epidemias medievales.

Lo peor de todo es que el apoyo a la privatización no tiene su origen en comulgar con estos argumentos, sino en elementos que están al margen de todo debate.

-"¡Qué quiere que le diga! ¡Hay que dejar elegir el tipo de educación a las familias! Mi niño iba antes a la escuela pública y me traía siempre ocho suspensos. ¿Y, sabe usted? Le llevo ahora uno de pago. A un privado-privado. Y me trae ocho sobresalientes.¡ Se lo juro por Snoopy!"-
-"¡Qué cosas! ¿Y le ve estudiar más a su chico?"-
-"Pues lo que es verle, no le veo mucho: por las tardes está apuntado a paddle, hípica y beisbol. Los fines de semana va a natación"-
-"¿Y sabe más?"-
-"Pues no sé... Pero suspender, allí no suspende nadie... Bueno, sí: el que no va a Religión.... es todo, ¿Cómo le diría? ... es como más individualizado..."-

Ser usuario de un servicio privado provoca un sentimiento de singularidad, de "libertad". La Comunidad de Madrid, que es un territorio poblado, mayoritariamente, por nietos de jornaleros, es la zona donde se da con más claridad este proceso de desclasamiento. Después de años en que las presuntas izquierdas se desvivían por condearse con la" biutiful pipol", resulta comprensible que los obreros lleguen a avergonzarse de ser obreros. Aunque eso sea tirar piedras contra el propio tejado.

-"Yo soy interino y estoy muy contento con eso de la UPAM"-"
-"Pues anda que no tiene peligro que te atienda un servicio privado que no tiene tus historiales médicos. Me sé de alguno que casi le desgracian..."-
-"Pero yo no tengo que esperar tanto como esos de la Seguridad Social"-

Mientras la Espe sepa cuántos funcionarios docentes llevan a sus hijos a la enseñanza concertada y cuántos son atendidos por la sanidad privada, continuará haciendo lo que hace. Estará segura de que va a ganar.

¿ES SÓLO CIENCIA FICCIÓN?

Si la Espe sigue así, puede que vivamos peor la mayoría de la gente.

martes, 9 de septiembre de 2008

BRICOMANÍA



Este verano, blandí el destornillador y me puse a hacer reparaciones en casa. Con un alto precio en esfuerzo y relaciones (la familia me huía; mis gatos me retiraron el saludo) conseguí rehacer la instalación eléctrica, pintar con efecto arena y poner molduras en las puertas.


Esto del bricolage es una gran cosa. Para empezar, supone reducir gastos (me dijeron que, con lo que había hecho, me había ahorrado unos 6000 euros en electricista. El día que me expedienten por pasar a cuchillo a alguien, mi vida puede cambiar para mejor). Y no digamos la satisfacción que da el saber que algo lo has hecho con tus propias manos (los de Ikea deben haber estudiado la teoría de la alienación y le están sacando punta al tema). Hoy en día, la honra de un caballero descansa en ser capaz de instalar un estante o arreglar un enchufe, y me temo que esta división sexista del trabajo perdurará mientras no exista una asignatura que se centre en esta cuestión (la Tecnología se diluye en muchos temas) o se reedite el Electro L (1).


Pero, incluso alguien como yo, al que no le asusta la devastación, los edificios humeantes y las ruinas, tiene sus momentos de debilidad, como cuando me ví con una tubería partida en la mano y me pareció prudente llamar a un fontanero para evitar un inútil derramamiento de sangre.


El fontanero al que avisé era un sobrino que está sentando cabeza. Había fracasado en la ESO; había fracasado en Garantía Social; había fracasado en Adultos; había fracasado en la UFIL. Y, finalmente, ahora forma parte de una cuadrilla para aprender un oficio. Ha dejado de ser "estudiante" para pasar a ser "aprendiz" en el sentido más medieval del término. Y le va bien.


De todas maneras, este post no es para hablar de bricolage, sino de Formación Profesional y titulaciones. El gobierno ha sacado un proyecto según el cual, con tres años de experiencia laboral y un examen, se puede obtener un título de FP. Aunque yo pertenezco al cuerpo 590, cuando escucho que van a tocar las cosas de comer –y los títulos académicos lo son -, me entra la preocupación. Por lo que he visto, esta medida le parece bien a unos (eso dicen los comunicados de CCOO y de FETE-UGT) y mal a otros (el comunicado de STEs-Intersindical apunta a diferenciar "titulaciones" y "certificaciones"). ¿Qué puede pasar?


Aprendices como mi sobrino ha habido siempre. No habían podido o querido estudiar, y se iban a la obra a bajar escombros y llevar el botijo al jefe. Con el tiempo, llegaban a adquirir destrezas y ascendían a oficial. La gran ventaja para el aprendiz era que ya no tenía que estudiar más y, en cambio, recibía un dinerillo para salir por ahí con la novia. La gran desventaja es que, como no hayas espabilado mucho, a los cincuenta años no se está para bajar muchos escombros. Adelantándome a los acontecimientos, yo incitaba al sobrino-fontanero a que se hiciese de esos que te limpian la caldera en otoño, que les forma la Saunier-Duval y, luego, ganan un pastón. Pero el sobrino-fontanero me miraba con cara de –"!Uuuh, eso es muy difícil!"-.


Los que salen de un ciclo formativo encuentran otras ventajas: tienen más base teórica, pueden haber dominado idiomas, conocen fundamentos de derecho laboral... pero nada de eso les permite funcionar el primer día de trabajo. Para que un empleado pueda ser útil en una empresa, tiene que recibir una formación específica por parte del propio contratante. No es un fallo del sistema educativo en absoluto: eso permite al trabajador adaptarse a diferentes actividades y empresas.


A alguien que lleva muchos años en el tajo y que no tiene intención de ponerse a estudiar, esta medida que anuncia el gobierno le puede venir bien. Para un empresario al que la reglamentación le obligue a tener titulados, también. Mis dudas se dirigen, sobre todo, a esas promociones de jóvenes que están saliendo de los IES.


-"¡Anda! Esfuérzate un poco, acábate la ESO y, luego, te haces un ciclo formativo"-
-"Si lo que yo quiero es irme a trabajar con mi padre a la obra"-
-"¡A la obra! ¿Qué obra? ¡Si ya no va a haber de eso!"-


El sistema educativo hace cosas muy terribles. Se ha discutido mucho sobre el sector de jóvenes al que nunca se les enganchará en el aula, sino en el taller, y que no ha tenido válvulas de escape. Pero, ahora, el proceso parece ser el inverso: gente que podía salir perfectamente cualificada (y, por lo tanto, mejor remunerada) se encuentra con todos los incentivos del mundo para abandonar las clases. –"¡Acude a los cursos ocupacionales de la Comunidad de Madrid y tendrás un título en dos meses!"- ; -"Llama al 20 21 22 y serás técnico sin necesidad de estudiar"-;


A mí no me gustaría que un hijo se convirtiera en mano de obra barata. Todo será que, cuando tenga 37 años, tenga que llamar al 20 21 22, a ver si le largo de casa.



(1) Juego educativo de los años setenta, que consistía en hacer montajes eléctricos de complejidad creciente (más...)

lunes, 8 de septiembre de 2008

MANUEL FRAGA Y LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA

No voy a reprochar a un anciano que suelte lo que le pide el cuerpo. Además, por muy alejado que esté yo de sus principios, reconozco que Fraga pasará a la historia como un político de talla, comparable a un Cánovas del Castillo. Pero cuando Fraga se desencadena y hace ciertas declaraciones, sería de agradecer que el Borbón le dijera eso de "¡Por qué no te callas!". Sobre todo, por la mala sangre que aflora al pensar en todos los crímenes de Estado que han quedado impunes.

En marzo de 1976, Fraga era Ministro de la Gobernación –hoy diríamos "del Interior". En esa época, se concebía que eso de gobernar tenía mucho que ver con el palo y tententieso- del primer gobierno de la Monarquía. Para la gente que no conoció esa época, diremos que España era un país "en vías de desarrollo" (1). Tras años de crecimiento económico, los efectos de la crisis mundial se estaban haciendo sentir y, aunque se estaban subvencionando los artículos de consumo básicos para evitar un estallido político, los salarios reales comenzaban a descender por efecto de la inflacción.

En aquellos tiempos había muchas luchas obreras. A las reivindicaciones económicas –la gente quería defender el nivel de vida alcanzado- se unían las políticas (2) – democracia, amnistía para los presos políticos, libertad para las nacionalidades-. Pues bien, fue por entonces cuando la policía intervino contra una asamblea de trabajadores reunida en una iglesia de Vitoria: los reunidos fueron desalojados con gases lacrimógenos y ametrallados a la salida del templo. Posteriormente, hubo nuevas víctimas en el País Vasco y Cataluña, cuando la policía disolvió a balazos concentraciones en protesta por estos hechos. Hasta la actualidad, nadie ha tenido que dar cuenta de sus responsabilidades políticas ni penales por aquellos asesinatos. Ni por otros, porque era habitual que los movimientos populares tuvieran que llorar a sus muertos cada cierto tiempo (entre 1976 y 1981 cayeron ecologistas, estudiantes, jornaleros...)

La verdad es que, en aquellos tiempos, había gente muy peligrosa. El mismo Fraga tuvo que aplacar al presidente Arias Navarro, que quería implantar el estado de excepción y sumir la zona bajo la ley marcial; o el capitán general de Burgos, que llamó al Consejo de Ministros para decir que sus unidades acorazadas estaban dispuestas a intervenir contra la huelga general que se había declarado.

Pero este post no es para hablar de la Memoria Histórica (si hay problemas para esclarecer lo del franquismo, para meterse con la transición va a tener que llover mucho. Aunque estaría bien, a ver si los únicos que se pueden quejar son los de la AVT). Lo que me interesa es saber qué fue de aquel movimiento obrero.

El sindicalismo de entonces no tiene nada que ver con el que conocemos ahora, entre otras cosas porque los sindicatos estaban fuera de la ley. Los líderes obreros eran "subversivos". Eran personas que tenían que actuar en la clandestinidad y cuya única posibilidad de negociación consistía en infiltrarse en los sindicatos franquistas. Si había algún conflicto, los trabajadores se reunían en asamblea, cada uno exponía lo que creía más conveniente y, finalmente, se tomaba una decisión entre todos. Como esto de protestar era un ejercicio muy peligroso, los focos de organización obrera se daban, exclusivamente, en los sectores donde se había desarrollado una fuerte conciencia de clase. No se concebía una actuación que no tuviera que ver con la lógica de la lucha de clases, de los intereses opuestos del trabajo y el capital.

Tras la transición, todo aquello cambió. Los sindicatos fueron legalizados; se reconocieron como interlocutores sólo a las organizaciones que contaban con más delegados; se les devolvieron inmuebles (menos a la CNT) y comenzaron a recibir financiación; las asambleas pasaron a ser "informativas". En 1977, fuerzas políticas y sindicales suscribieron los Pactos de la Moncloa, que consagraban un empeoramiento de las condiciones laborales, pero que suponían un importante apoyo sobre el que consolidar una monarquía parlamentaria. Y los sindicatos recibieron más financiación, se hicieron más "responsables", aspiraron a ser una administración paralela. Posteriormente, los sindicatos más fuertes profundizarían en sus análisis: ya no era el tiempo de la lucha de clases, la afiliación era débil y había que imitar a las organizaciones de los países nórdicos: atraer a la gente con servicios, seguros, banca, actividades de tiempo libre. Personas que habían actuado durante la clandestinidad, a veces organizando federaciones, fueron apartadas de puestos de responsabilidad e, incluso, expulsados.

La sociedad ha cambiado mucho desde mediados de los setenta. También ha evolucionado mucho el sistema político. En toda Europa, las formas de organización más radicales fueron acentuando su carácter minoritario y apagándose. Pero yo me pregunto ¿Puede tener algo que ver lo que pasó en la transición con este viraje sindical?

Atendiendo a los protagonistas de aquellos sucesos de Vitoria, yo diría que sí. El entonces Ministro de Relaciones Sindicales y ahora alto ejecutivo en la empresa privada, Martín Villa, lamentaba que algunas protestas obreras hubieran podido ser dirigidas por "gentes irresponsables" y reflexionaba sobre que el gobierno no debería haber dejado crecer aquello. El ex ministro de la Presidencia, Osorio, también justificaba de algún modo lo que pasó, declarando que el liderazgo de esta lucha no estaba en manos de Comisiones Obreras o UGT (3). Cualquiera diría que se estaban marcando límites, y que quien se saliese de ellos, que cargase con las consecuencias. En todo caso, el poder no fue neutral e hizo todo lo posible por canalizar e institucionalizar un movimiento obrero muy pujante. La letra, con sangre entra.



(1) Por hacerse una idea, ésto se parecería más al Marruecos actual que a otras naciones europeas: altas tasas de analfabetismo, una enorme emigración hacia el exterior, corrupción extendida a todos los niveles, ausencia de libertades, inexistencia de impuestos directos, persistencia de mentalidades arcaicas...

(2) No era nada que tuviera que ver con manipulaciones. Por entonces, había unos "sindicatos" de afiliación obligatoria llamados "verticales", dirigidos por los patronos. La pertenencia a un sindicato libre era duramente castigada. Las reuniones, manifestaciones, huelgas, difusión de escritos y asambleas estaban, naturalmente, prohibidas.

(3) Documental sobre la Transición Española, dirigido por Victoria Prego y producido por RTVE. Para escuchar a las víctimas, hay que remitirse a otras fuentes, como "La Revolta Permanent", de Lluis Llach.

sábado, 6 de septiembre de 2008

CONSIGNAS


En primer término, dejaré bien claro que, no sólo soy partidario de que exista una materia de Ciudadanía, sino que intentaré impartirla (si el reparto de horarios del Departamento me lo permite) con el fin de condenar definitivamente mi alma a las llamas.

Considero muy necesario que a la gente le quede claro que las normas por las que se debe regir esta sociedad son fruto de un acuerdo entre individuos y no de cualquier moral particular de origen religioso. Aún no he ojeado ni textos ni temarios pero, a priori, me gustaría que esta asignatura no entrase en moralinas, sino que se centrase en explicar cuáles son las reglas del juego. Me trae al fresco si a algún joven le caen bien o mal los gays, los inmigrantes, las mujeres, los catalanes o los de opiniones discrepantes: lo importante es que tenga claro que les tiene que respetar porque así lo ha decidido una mayoría del país. Y si no le gusta, puede buscar asilo en Arabia Saudí. Y si no les respeta, si les acosa, les agrede o les insulta, que quede claro ante todos que es tan delincuente - o más- como el que roba carteras.
De todos modos, esta entrada no estaba dedicada al debate sobre la Educación para la Ciudadanía, sino a otra cosa.

El curso pasado me sorprendieron muchas respuestas de alumnos de 1º de la ESO en la clase de Geografía. –"¿Qué es una borrasca?"-; -"Es una "cosa" producida por el cambio climático"-. –"¿Por qué hay varias estaciones a lo largo del año?-; -"Por culpa del cambio climático"-. –"¿Cuál crees que es la causa de que haya corrientes marinas?"-; - "El cambio climático ese"- me respondían muy convencidos.

–"¿Sabes cuál es la causa del agujero de ozono en la Antártida?. Espera, no me digas nada; creo que sé lo que me vas a contestar... ¿El cambio climático?"-; -"¡P´os claro!"-. –"Oye, y ya que os interesa tanto el cambio climático: ¿Sabéis que se podría hacer para retrasarlo?"-. –"Ni puta idea. P´a qué vamos a estudiar, si nos vamos a morir todos"- me respondieron varios nihilistas. En algún caso, aparecían personajes que, a mal tiempo, ponían buena cara: -"Subirá el nivel del mar y se ahogarán todos los catalanes, ¡Qué bien!"-. –"A propósito: ¿recuerdas dónde están los Pirineos y la cordillera del Montseny?"-; -"¡ Y yo qué se!"-. –"Y tu adosado en la playa ¿por dónde lo tienes?"- ; -"En un mar...a ver el mapa... el Báltico me parece que se llama..."-. Ah, bueno, si es en el Báltico, tranquilo: seguro que allí no pasa nada.

¡Menuda conciencia ambiental! Nadie sabía qué son los Alpes, pero lo que hay que hacer para evitar la degradación de los espacios forestales, al dedillo (no hay que encender fogatas, no hay que tirar papeles ni botellas, no hay que fumar y no hay que tirar el aceite del coche al campo. Eso sí, ni una referencia a los constructores ni a las autovías). Luego, en vacaciones, contemplo a estas promociones dar cabezazos a los animales, partir árboles, tirar botes al campo (me pregunto si no habrá quien rebusca en la basura condones usados y los echa por ahí para fardar: no me puedo explicar que la gente mantenga relaciones placenteras en un campo de zarzas) y arrasar todo lo que respire con la moto o el puto quark, y me consuelo pensando que, si no se les contase lo del calentamiento global y los CFCs, todo podía ser peor.

Cada vez se escucha más eso de que la solución a un problema X comienza por la educación. ¿Está siendo eficaz esto de "educar en valores"?

Una primera lectura de lo que ocurre sería que estamos en la situación de quien tiene un edredón demasiado corto: si te tapas la cabeza, te destapas los pies. Las nuevas generaciones no habrían memorizado datos (que se pueden encontrar con facilidad, no como cuando los libros eran un lujo y había que llevarlos dentro de la cabeza) y, en cambio, habrían interiorizado conceptos éticos. Si fuese así, algo se habría logrado, pero yo tengo otra interpretación más pesimista.

Tengo la certeza de que todo este trabajo sirve para que la gente retenga consignas de lo que es políticamente aceptable. Incluso puede evitar que alguno proclame la barbaridad que piensa en público, ya que corre el riesgo de encontrarse con argumentos opuestos muy contundentes. En muy pocos casos he visto que se toque la fibra sensible a alguien, hasta el punto de modificar su forma de vivir (en ese aspecto, se está ocupando el espacio que ha dejado la Iglesia en los últimos siglos). Se habla de llevar a la escuela temas como la educación vial: ¿Cómo se puede enfocar algo así? ¿Contando cómo es la señal de "ceda el paso", por si faltan ese día a la autoescuela? ¿Asegurando que si te lo saltas te caerá un multazo? ¿Recalcando que en un accidente te puedes matar o hacer daño a alguien que pase por allí? ¿Llevando a clase a familiares de víctimas? Para eso, que fuese obligatoria una visita al hospital de parapléjicos para todo el que quisiera sacarse el carnet. Cuando se es muy joven no se tiene miedo a morir –ni a matar-, pero sí a quedarse sin piernas, sin cara, sin sexo...

Con todo, el sistema educativo está teniendo un éxito sin precedentes en la divulgación de consignas. Las consignas son el universo opuesto de la complejidad (de la realidad, por tanto). Son como los anuncios: muy fáciles de recordar. Necesitan de poca explicación. Las consignas políticamente correctas no encabronan a nadie. No es lo mismo afirmar que "hay que buscar vías pacíficas para la resolución de conflictos" que, en una zona industrial, plantear ciertos debates: -"La empresa X –sí, esa en la que trabaja el padre de fulano y de mengana- está fabricando armamento destinado a tal gobierno opresor y asesino (se sacan fotos de la masacre). ¿Habría que cerrarla? ¿Reconvertirla a otra actividad? ¿No vender a cierta gente? ¿Seguir como hasta ahora? Razona tu respuesta, exponiendo los pros y contras de cada decisión"-. -"Los políticos sabrán"-; -"¡Me la suda!"-, -"¡Cómo que volarla!. ¡Vete a tomar por culo!"-. Las consignas son relativamente económicas. Las consignas evitan pensar y alejan el fantasma del fracaso escolar: autoridades, padres, alumnos y profesores, todos felices.

Después de considerar tales ventajas ¿Dónde está el problema? Evidentemente, en que la reproducción de valores sociales no descansa, más que en una pequeña parte, en la Escuela. Tampoco es la familia el protagonista fundamental de este proceso. ¿Qué se suele hacer en el aula para intentar inculcar valores? Pues pones una lista de Schlinder, por si todavía no la conocen, y luego se comenta. Como todo el mundo debería saber a estas alturas, los modelos a imitar surgen de la creación artística. Los proponen las series de televisión, las películas, los foros de internet o las canciones (a veces, para bien. No quiero ni pensar en qué clase de especímenes nos hubiera podido convertir a muchos la escuela franquista en el caso de tener éxito su adoctrinamiento).

-"Oiga, un momento: estoy un poco preocupado. Usted me está dando a entender que lo malo de sloganes es que mucha gente los repite como loros, pero luego hace otra cosa"-
-"Exactamente. Se nota que usted hizo comentarios de texto"-
-"Eso que me dice es muy triste. Así que puedes estar explicando desde 3º de Infantil la necesidad de abrocharse el cinturón de seguridad pero que, en cuanto vean alguna jungla de cristal, organizarán persecuciones saltando con la moto de una azotea a otra..."-
-"Alguno se lo abrocha, buen hombre".
-"Pero ¡Maldición!: si la gente no razona, eso va a ser muy malo para la democracia. La población será ignorante, manejable..."-
-"Para la democracia, para las reuniones de la comunidad de vecinos, para ir al supermercado o para sopesar las posibilidades reales de tu equipo en la liga. ¿Se acuerda de aquellos tiempos en que nos reíamos en Europa de lo burros que eran los yanquis?"-
-"Me va usted a decir. Si muchos piensan que España está junto a Guatemala..."-
-"Y que Cuba es una isla muy grande, con canguros, que constituye una enorme amenaza contra los Estados Unidos"-
-"¡Con canguros! Será Australia..."-
-"Pero eso lo sabe usted, que está muy leído"-

En resumidas cuentas: Si alguien aprende que, en una creación literaria puede utilizarse un elemento llamado ironía, a lo mejor es capaz de ver en Homer Simpson algo más que un modelo a admirar. El sistema escolar puede tener éxito en aquello que siempre ha constituido su esencia. Esto es, en impartir una serie de saberes. El conocimiento supone el gasto de unas cuantas calorías, pero tiene la ventaja de que se conectan las neuronas y se desarrollan pautas de pensamiento lógico. A lo mejor está ahí la esperanza en construir un mundo mejor.

¿Dónde quedaría entonces el posicionamiento ético? Es imposible disociarlo del conocimiento. En una ocasión, tras comparar un texto de Tácito donde se hablaba de crucifixiones, pueblos esclavizados, saqueos y otras fechorías del Imperio Romano, con otro en que se veía cómo nos habían traído los acueductos, el alcantarillado, el derecho, los teatros, las calzadas, la dieta mediterránea exagerada, la filosofía, el urbanismo, la arquitectura monumental, los baños, la ingeniería... alguien me preguntó: -"Pero, entonces, ¿ Los romanos qué eran? ¿Buenos o Malos?"- Esa persona nunca sabrá cuánta satisfacción puede producir a un docente encontrar a alguien que siente y padece.


TIEMPOS DIFÍCILES

El otro día hablaba con un compañero del IES que se va de sindicalista.

-"A ver si nos organizáis una buena huelga para este otoño"-
-"Está difícil. En tiempos de crisis, ya se sabe..."-


Pues como esperemos para entablar la lucha a que se haya concedido la jornada de 15 horas semanales, impere la autogestión obrera y el Estado garantice una renta básica para todos los seres humanos, vamos dados. A este paso, los sindicatos se pueden convertir en una Hermandad de gente que se cuenta batallitas con ocasión de las romerías del Primero de Mayo.


Desde los setenta, las relaciones sociales se están reestructurando en detrimento del trabajo (1). Los chamanes dicen que no puede ser de otra manera, que hay que ser competitivos. Normal que el capital defienda que lo mejor que puede pasar es que sus cuentas de resultados sean positivas; para eso están. Aunque, digan lo que digan, la lucha de clases sigue siendo un elemento que pesa mucho en las decisiones económicas. Allá por los noventa, se planteó a la patronal alemana la posibilidad de liquidar el sistema de pensiones y muchos respondieron que no era conveniente (al menos, de golpe), que no querían jugar al golf rodeados de guardaespaldas. Mejor que no nos perciban como una masa desarmada y dócil.

Pero esta entrada no estaba para hablar de macroeconomía, que no sé, sino de otra cosa.


Desde el curso pasado, hay un calendario de movilizaciones de los trabajadores de la enseñanza. Estas movilizaciones levantaron grandes expectativas, sobre todo por lo que tenían de confrontación contra las políticas privatizadoras en la Comunidad de Madrid. ¿Hay que relanzarlas cuanto antes? ¿Es posible? ¿Qué pasaría si el movimiento se ha debilitado? ¿Qué pasaría si las organizaciones sindicales optan por afianzar unas pequeñas conquistas y se busca una salida inmediata?

El poder tiene muy claro hacia dónde quiere ir. Hace varias décadas que los que mandan de verdad han decidido que eso de la salud y la educación son un mercado maravilloso, algo así como las cuevas de Alí Babá, y no han cesado de convertirlo en fuentes de negocio. Las luchas sociales han modulado el ritmo con que esta transformación se realiza: allí donde no se han dado o han sido derrotadas (Estados Unidos, Gran Bretaña, Chile, Argentina...), el cambio ha sido veloz y a lo bestia; cuando las protestas han llegado a preocupar al poder (Francia, Seattle 1999...), se han movido con mayor cautela.

Lo normal sería que poner una raya y decir que de ahí no se pasa. Sin ser tan ingenuo para pensar que la protesta de 45.000 trabajadores va a forzar al G7 y la OMC a declarar que se rinden, que están avergonzados de lo que han hecho y que no se repetirá, me parece que la resistencia puede servir, por lo pronto, para ganar tiempo. Tiempo para romper mitos sociales (eso de que lo privado es mejor y más barato), dibujar alternativas, crear un tejido que frene la hemorragia.

¿Es posible volver a arrancar las huelgas? Se siguen teniendo las mismas dificultades para llegar a fin de mes que en mayo. Al margen de que, cuando vemos que en la nómina que nos faltan 60 o 200 Euros se nos pone cara de úlcera de estómago, sí me parece que es posible. Es posible porque la primavera pasada se había alcanzado una cierta conciencia de que por este camino perdemos como ciudadanos y como trabajadores (si se destruye ese islote que queda de regulación y estabilidad en el trabajo que constituyen los funcionarios, ¿Qué va a ser de los mileuristas?) Es posible porque es una de las pocas ocasiones en que el discurso no se centraba en el corporativismo ni las situaciones particulares (primero se quedarán sin trabajo los interinos, ¿Y luego?) Es posible porque había sensación de que lo que no se lograse con la acción colectiva no lo va a solucionar ningún líder político ni sindical. O simplemente, por la cara de felicidad y de triunfo popular que se veía en la gente más jovencilla, que no había tenido la ocasión de saborear nada comparable, tras años en que la calle fue el territorio de cavernícolas. Sería una pena dejar pasar el momento.

¿Y si se retoma una postura de lucha? Un desarrollo clásico de los acontecimientos llevaría a que, tras las concentraciones y asambleas, estaría el recurso a las huelgas intermitentes. Y tras las huelgas intermitentes, habría que pensar en la huelga indefinida del sector. Después, ya veríamos. Cuanto más se prolonga una lucha, más se hace sentir el desgaste entre la gente y hay compañeros que se van descolgando. En otros tiempos, había cajas de resistencia (2). Como ahora somos modernos, lo que se suele hacer es pedir un crédito personal para aguantar (y los bancos se han vuelto más duros). Salvo en situaciones insurreccionales, estas luchas concluyen cuando las dos partes valoran el desgaste que han sufrido, cuánta capacidad de aguante les queda y, si se percibe riesgo de derrumbe, se busca un acuerdo con el que se saque algo y que permita retirarse honrosamente.

En el caso de volver a la carga ¿Qué pasaría si se pierde? ¿Qué nos esperaría si ya no fuera tanta gente a las manifestaciones y las huelgas tuvieran menos respaldo? Pues que se estaría como antes de hacer nada. Las políticas que ya conocemos volverían a tomar impulso y, tiempo después, habría que recuperar más terreno perdido.

¿Y si no se da la batalla? Pasaría lo mismo y algunas cosas más.. En tiempos difíciles, si no se percibe una respuesta, alguna luz dentro del túnel, el espacio de los movimientos populares lo ocupa la resignación y la idea de que los problemas los soluciona uno mismo con su abogado. En esas situaciones hay también un campo muy abonado para toda clase de milenarismos e iniciativas espurias (como muy bien nos alerta el
Blog de Gracchus Babeuf) . Pasaría que el pensamiento sería cada vez más único.

Se puede discrepar sobre cuál es el momento en que comienza a bajar la marea y en el que es prudente retirarse, eso no es lo más importante. Pase lo que pase, lo que no me gustaría es que los acuerdos a los que se pudiese llegar despidiesen demasiado tufillo a ventajas materiales para las propias organizaciones sindicales (como muy bien explica la
editorial del Colectivo Baltasar Gracián,). También son muy peligrosos esos juegos de desmarcarse, criticar a los otros, firmar algo peor una semana más tarde. Y, por supuesto, me enfadaría que el esfuerzo de la gente se utilizase con miras exclusivamente partidistas, tomándonos como potenciales clientes para futuras convocatorias electorales. Veremos.


(1). Se perfila la amenaza de legalizar jornadas de laborales dignas de 1848. Cosas que antes se tipificaban como delito (la evasión de capital, el tráfico de seres humanos) son ahora legales y cotidianas (libre circulación de capitales, empresas de trabajo temporal...). Se desregulan las relaciones laborales y, al mismo ritmo, los salarios reales han disminuido para muchísima gente. Además, no ha cesado el desmantelamiento de ese entramado que se denominó "estado del bienestar", con el que, gracias a sus pensiones, subsidios de paro, sanidad y educación gratuitas y fiscalidad progresiva, hubo una cierta redistribución de la riqueza y se percibía un salario social que permitió a muchos hijos de vecino acceder a cosas antes impensables (automóvil, universidad, vivienda en propiedad, vacaciones en el extranjero...).


(2)Dícese de colectas de dinero o alimentos que se realizaban para sostener a trabajadores en huelga o despedidos. Un día por ti, otro por mí